En la Segunda Guerra
Mundial se hizo patente otra vez la importancia que este energético tiene para
la seguridad de las naciones industrializadas. Los estrategas japoneses,
buscando nuevas fuentes de energía para su esfuerzo bélico después del embargo
petrolero estadounidense, consideraron como objetivo el control de Indonesia y
sus yacimientos de petróleo un aspecto esencial de su expansión por el Pacífico.
Como tales planes de expansión militar chocarían con los intereses
norteamericanos, decidieron atacar Pearl Harbor y anular cualquier capacidad de
contraofensiva de las fuerzas navales de Estados Unidos durante seis meses como
mínimo. Tiempo suficiente para ocupar posiciones en Asia Oriental y las islas
del Pacífico occidental. Las campañas de invasión de la Whermacht en el Cáucaso y el norte de África tuvieron
las mismas razones de seguridad energética, ya que el combustible sintético que
producía la Alemania Nazi no era suficiente para cubrir la demanda de sus
fuerzas armadas. Esta situación se agravaría después con el constante bombardeo
de la refinería de Ploesti, Rumania por la aviación aliada. En Arabia Saudita,
poco antes del fin del conflicto, el presidente norteamericano Franklin Delano
Roosvelt ya había negociado con Abdel Aziz el llamado “paraguas norteamericano”, plan que garantizaba al rey saudí seguridad externa e interna para su régimen
a cambio de petróleo barato a Estados Unidos.
Durante la Guerra Fría, la
delimitación de esferas de influencia por las respectivas superpotencias convirtió
a los países productores de petróleo del Medio Oriente en un elemento
significativo de la estrategia de contención norteamericana. El caso de la
intervención norteamericana en Irán para deponer a Mossadegh como primer
ministro y reinstaurar al Sha Reza Pahlevi en el poder es bastante ilustrativo de
esta nueva dinámica internacional, ya que el objetivo que perseguía el gobierno
estadounidense era evitar una mayor influencia de la URSS en la región y
asegurarse un suministro abundante y barato de petróleo iraní.
Los años que siguieron al
fin de la Segunda Guerra Mundial vieron asimismo el auge de los movimientos
independentistas en Asia y África y los intentos de consolidar al Tercer Mundo
como un bloque solidario, antiimperialista e independiente de Washington y
Moscú. Aquellos países subdesarrollados que habían nacionalizado sus
yacimientos petrolíferos vieron en su riqueza energética la capacidad de negociar
asuntos políticos y económicos con los países desarrollados en condiciones más
favorables, sobre todo cuando se hizo evidente que el gran desarrollo económico
que habían vivido Estados Unidos y Europa Occidental desde el fin de la Primera
Guerra Mundial estaba basado en el uso de recursos energéticos a precios muy
bajos. Además, había que encontrar un modo de frenar la ambición desmesurada de
las compañías petroleras inglesas y norteamericanas que explotaban los
hidrocarburos de países que se beneficiaban muy poco de la exportación de sus
propios recursos. La OPEP surgiría en 1960 partiendo de esta idea.
El aumento de precio del
petróleo y el embargo contra las naciones que apoyaron a Israel durante la
guerra del Yom Kippur acordados por los países miembros de la OPEP
transformaron radicalmente la relación que existía entre los países
industrializados y los países que sólo contaban con sus reservas de petróleo
para desarrollarse. Al ser utilizado como un arma política, el aumento de
precios del petróleo y el consiguiente racionamiento y carestía en Estados
Unidos y Europa Occidental logró que se replantearan cuestiones de seguridad
interna y externa en varios países. Desde ese momento en adelante el Medio
Oriente sería una región de importancia capital para la política exterior
norteamericana, buscando a toda costa el establecimiento de regímenes
supeditados a los intereses norteamericanos, como lo eran en ese momento Irán y
Arabia Saudí, buscar la paz entre israelíes y árabes, y diversificar sus
fuentes de energía. Otras consecuencias importantes derivadas de este suceso fue
la explotación de yacimientos en Alaska, el Mar del Norte y un aumento
considerable de plantas de energía nuclear en Francia.
La invasión irakí a Kuwait
en 1990 se fundamentó en la apropiación de los recursos energéticos kuwaitíes
para sanear la economía de Irak que había quedado terriblemente endeudada
después de la guerra con Irán. La fulminante derrota del ejército de ocupación
por las fuerzas lideradas por Estados Unidos tuvo como consecuencia la
destrucción de buena parte de los campos petroleros de Kuwait, reparados
rápidamente, y la presencia permanente de numerosas tropas norteamericanas en
la región.
La Invasión de Irak en 2003,
también llamada Segunda Guerra del Golfo Pérsico buscó asegurarse un mayor
suministro de recursos energéticos para la economía norteamericana. Esta
invasión también abrió la posibilidad de que empresas petroleras de otros
países participaran en la extracción y refinación del crudo irakí.
Actualmente, muchas de las negociaciones entre países productores de petróleo y países desarrollados o en vías de desarrollo se fundamentan en el uso de los hidrocarburos como moneda de cambio con importantes connotaciones geopolíticas. Así, las difíciles negociaciones entre Sudán y Sudán del Sur para que este último obtuviera su independencia tuvieron como puntos focales la delimitación territorial de áreas con yacimientos petrolíferos y el uso de infraestructura para exportar el crudo extraído. Los conflictos limítrofes en el Mar de China Meridional entre Vietnam, Taiwán, Filipinas y China también tienen como fondo el derecho que cada uno de estos países tiene a la explotación del subsuelo para aprovechar sus recursos. Pero la región del mundo donde la seguridad energética tiene gran relevancia para la comunidad internacional y los distintos intereses de las potencias es sin duda el espacio ex soviético, sobre todo el Cáucaso y Asia Central. Aquí intervienen activamente, ya sea a través de ayuda técnica, apoyo militar o proyectos de integración económica países como Turquía, China, Irán, Rusia y Estados Unidos. Aprovechando la debilidad económica y la inestabilidad política de países como Uzbekistán o Azerbaiyán, cada una de las potencias promueve la ayuda financiera y material a estos países a cambio de permisos de prospección, de construcción de infraestructura o derechos de explotación. Algunos de estos países son importantes no por la presencia de yacimientos petrolíferos dentro de sus fronteras, sino por su valor como importantes rutas de suministro. Las consecuencias del choque de intereses en la región fue patente en la guerra de 2008 entre Georgia y Rusia.
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