El tema de las culturas nómadas es esencial para comprender la historia de Eurasia. La franja de estepas que se extiende desde el norte de China hasta el este de Europa fue origen de pueblos que inyectaron vitalidad o trajeron destrucción a las civilizaciones agrícolas que se encontraban en un proceso de decadencia. Asimismo, aportaron elementos frescos y de gran movilidad a los imperios en expansión después del siglo XVIII (Rusia y China). También, el carácter nómada de las tribus beduinas y beréberes que adoptaron y difudieron el Islam en el siglo VII fue la causa principal de la rápida expansión de la revelación de Muhammad por todo el Medio Oriente, el norte de África y el sur de la península Ibérica.
La idea del nómada como un individuo que cruza libre las estepas, en armonía con su Dios y con la naturaleza, sin las limitaciones y la opresión que viven las personas que viven en sociedades sedentarias es una visión más bien romántica. Los mundos pastoril, agrícola y comercial forman un solo sistema económico en el que los nómadas aportan los elementos derivados de su ganado a cambio de granos, sal, metales preciosos y armas.
Existen dos tipos de culturas nómadas: aquellas que migran en busca de agua y tierras de pastoreo durante todo el año por regiones ecológicamente parecidas, como el que practican los tuaregs del norte de África; y los nómadas que que se mueven durante el cambio de estación yendo de las llanuras bajas en invierno hacia los pastos de las llanuras altas en verano. La siguiente explicación desarrollada por el historiador británico Toynbee se ajusta más al segundo tipo de nómadas:
Investigaciones meteorológicas recientes indican que hay una alternación rítmica, posiblemente de carácter mundial, entre periodos de relativa sequía y humedad, que producen intrusiones alternas de labriegos y nómadas en su respectiva esfera. Cuando la sequía alcanza un grado en que la estepa no puede ofrecer pastos para la cantidad de ganado que el nómada ha reunido, los pastores se apartan de su huella de migración anual e invaden las comarcas cultivadas en busca de alimento para sus animales y para ellos mismos. Por otra parte, cuando el péndulo climático vuelve atrás y la próxima fase de humedad alcanza un punto en el que la estepa llega a ser capaz de producir raíces y cereales cultivados, el labriego lanza su contraofensiva sobre los pastos del nómada. Sus respectivos métodos de agresión son muy diferentes. La arremetida del nómada es tan súbita como una carga de caballería. La del labriego es un avance de la infantería. En cada paso, se afinca con su azada o arado, y asegura sus comunicaciones construyendo caminos o ferrocarriles. Los ejemplos más sorprendentes registrados de la explosión nómada son las intrusiones de los turcos y mongoles, que ocurrieron en lo que era el penúltimo periodo de sequía. Un ejemplo importante del cerco del labriego es la siguiente expansión de Rusia al este. Ambos tipos de movimientos son anormales, y cada uno de ellos es sumamente desagradable para el partido a cuyas expensas se hace. Pero son iguales por deberse a una única causa física incontrolable.
La implacable presión del cultivador, si llega a ser víctima de ella, es a la larga probablemente más penosa que la acometida salvaje del nómada. Las incursiones mongolas desaparecieron en dos o tres generaciones; pero la colonización rusa que constituyó la represalia a ellas se ha estado realizando durante más de cuatrocientos años: primero, tras las líneas cosacas, que cercaron y estrecharon las tierras de pastos del norte, y después a lo largo del ferrocarril transcaspiano, que alargó sus tentáculos alrededor de su frontera meridional. Desde el punto de vista del nómada, una potencia labriega como Rusia se asemeja a esas máquinas enrolladoras y golpeadoras con las que el industrialismo occidental transforma a su placer el acero en fusión. Al ser apretado el nómada, o bien se acaba con su vida o bien se le sujeta en un molde sedentario, y el proceso de penetración no es siempre pacífico. La senda fue abierta por el ferrocarril transcaspiano con la matanza de los turcomanos en Göktepé. Pero raramente se oyen los últimos gritos del nómada. Durante la guerra europea, mientras había gente en Inglaterra que estaba rastreando la ascendencia nómada de los turcos otomanos para dar razón de su matanza de 600,000 armenios, estaban siendo exterminados 500,000 nómadas de Asia Central, de lengua turca, en la confederación kirguiza de Kazak –también según órdenes superiores– por el “más justo de los hombres”, el muzhik ruso.Toynbee, Arnold Joseph, The Western Question in Greece and Turkey, págs. 339-342