Lo que parece fascinar a Maquiavelo de la política es que
ella hace posible, cuando es realizada con verdadera virtud política, hacer
grandes cosas, es decir, fundar o refundar Estados, religiones, leyes e
instituciones, y defenderlos protegiéndolos de las potencias extranjeras, y
haciéndose temer y respetar de los ciudadanos. Si el príncipe ha de aprender a
“no ser bueno”, si ha de utilizar las virtudes del león y del zorro, si ha de
emplear la crueldad y el engaño, “de ser necesario”, no es para gozar como un
tirano miserable de privilegios e impunidad, sino precisamente para realizar estas hazañas. Dada la
heterogénesis de los fines que domina las acciones históricas, en la política
lo que cuenta no son las intenciones, sino las consecuencias, y éstas nunca pueden referirse exclusivamente a los
propósitos o a la virtud “subjetiva” de los actores, sino que tienen, también,
que tomar en consideración el papel de la fortuna. Es todo esto, parece
decirnos Maquiavelo, lo que hace grande y admirable la acción política, y no,
como parecían creer los mezquinos y frívolos príncipes que tan claramente
desprecia, los privilegios, la opulencia y la riqueza ligados al poder.
La política es dura, la política es difícil, la política es
cosa seria, y sus imperativos son irreductibles a los de la moral y a los de la
religión. El que quiera salvar su alma, el que busque la santidad, el que no
soporte la maldad y conflictividad de los seres humanos, bien hará en no
comprometerse políticamente. No porque, como a veces se dice, la política sea
ajena u opuesta a los valores, sino precisamente porque es un esfuerzo por
afirmar ciertos valores en contra de otros valores y en contra de una tenaz
resistencia de una realidad áspera, compleja e incluso traicionera. De afirmar,
eso sí, valores políticos: el orden, la libertad, la igualdad, valores de la
convivencia política, y de afirmarlos no mediante buenos argumentos o mediante
buenos ejemplos, sino mediante la fuerza, la astucia y las leyes, precisamente
porque la naturaleza o condición de los seres humanos –violenta, egoísta,
manipuladora y ambiciosa de poder y de privilegios– los niega, los pervierte y
los destruye.